ANATOMIA DE LA ESTUPIDEZ - La estupidez en las organizaciones - Dr. Alfredo Spilzinger [PhD]

Las organizaciones

Las organizaciones creadas por el hombre a su imagen y semejanza, con el objeto de cumplir ciertos objetivos, son ciertamente entes complejos y por ello de existencia cuasi biológica.

Nacen desde una idea [de la raíz indo-europea ¨weid¨, que significaba ver y saber y de allí a la del latín ἰδέα, fonema que expresaba el concepto de forma o apariencia]. Es definitivamente la concreción de un acto de la imaginación [poder humano que tenemos de generar una imagen mental de algo no presente en los sentidos, pero que nuestra capacidad hace realidad], que logramos que adquiera vida propia.Necesita de un esfuerzo colectivo para que ese vínculo eléctrico entre varias neuronas productoras de esa idea adquiera concreción y precisa luego de una organización que permita a los diferentes órganos que la integran, a través de una interacción proactiva, cumplir cada uno con su rol.

Organizar es disponer los órganos de forma tal que puedan funcionar. Y como en todos los seres vivos, esa organización significa interacción.

No comprender la necesidad de esa interacción lleva al inevitable camino de un proceso de fracaso sin límites. Eliminar esa interacción de los órganos que componen una organización que expresan su identidad, las funciones que le son propias y la relación con los demás órganos, es caer en un modelo por definición ya fracasado porque impide desarrollar la creatividad de quienes han de llevar a la práctica la idea; es decir, la organización.

Nacidas de la vida [un sistema complejo en su máxima expresión], las organizaciones son consecuentemente entes complejos [diferente de complicados] y, por lo tanto, deambulan desde el orden al caos con un sinfín de escalas intermedias.

En esa complejidad se conducen desde las ideas [normalmente individuales o algunas veces solitarias] hacia el análisis del mundo exterior donde actuarán. Esa investigación podrá afirmar la posibilidad de tener éxito en su objetivo y definirá su filosofía. Esta constituye  el conjunto de reflexiones sobre la esencia, las propiedades, las causas y los efectos de  esa idea.


Esta filosofía generará un modelo [del latín modus, manera, medida] que es la representación abstracta, conceptual, o visual de los sistemas o procesos que integran la organización a fin de analizarlos, describirlos, explicarlos, simularlos y predecirlos.

Finalmente, ese modelo define las reglas para que todo el conjunto de ideas, y el modelo en sí mismo,  se comporten en el mundo real.

Tal como expresáramos, las ideas suelen ser creaciones individuales, aunque a veces se  generan por interacción colectiva, pero sin duda a partir de ese germen que nace de la  interacción de varias células, requiere de la existencia de otros seres que asistan en el proceso para hacer real la idea. Deja de ser una acción individual para convertirse en un producto colectivo.

Es decir, otros seres complejos interactuarán para lograr que la organización se estructure, y cumpla los objetivos primordiales que se han fijado en su filosofía.

Y es en este punto es en el que analizamos a los individuos [seres in – divisibles, únicos originales e irrepetibles], que empiezan a ser parte de nuestro análisis.

Los individuos

Esos seres indivisibles [es decir, que no pueden ser analizados por partes] tienen características propias, justamente por ser únicos. Opuesto profundamente al mecanicismo cartesiano [pienso luego existo], la impredecibilidad que manifiestan los  sistemas complejos requiere analizar cada ser que interviene en una organización, desde el punto de vista teleológico, esto implica cuál es el fin que lo anima a actuar.

La interacción de esos individuos es fundamental para toda la organización. Desde que Howard Sherman reconfiguró ese axioma cartesiano por otro que dice “interactúo luego existo” 1, entendemos que esa interacción se formula desde cada individualidad, basada en principios activos de cada persona.

Por esa razón, las respuestas que cada uno exprese a los diferentes problemas [del griego ballein, que significa arrojarse con fuerza a un tema] son efectivamente diferentes según cada personalidad individual.

Por ello, la elección de los seres que acompañaran cada proyecto resulta esencial para lograr el objetivo común. Porque las organizaciones en sí mismas no existen. Existen los individuos que la componen.

Las organizaciones, las empresas y hasta los países no existen sino en nuestra imaginación. Son estatutos, constituciones, fronteras que los seres vivos establecen para regirse. Existen efectivamente sus integrantes, que son seres vivos.

 



1 Sherman, Howard. Santa Fe Associates. Open Boundaries. 1994


Solo a título de ejemplos al azar: Suiza no existe, existen los suizos. Suiza es una constitución que, así como se formuló, puede dejar de existir. Los que no
dejarán de vivir son sus integrantes.

Apple (otro ejemplo) tampoco existe. Existen sus integrantes. Lo mismo podemos decir del Bank of America, o del Fondo Monetario Internacional, o de la Organización de las Naciones Unidas, porque son organizaciones creadas por nuestra imaginación y constituidas en base a un estatuto que, así como se escribió, puede desaparecer por una decisión. Solo existen sus integrantes.

Los seres humanos creamos esas organizaciones ideales para nuestra comodidad. Solo existimos nosotros como seres vivos.

Y estos seres vivos, algunos estúpidos, con sus virtudes y defectos, son el objeto siguiente de este análisis.

Los seres estúpidos

La estupidez fue objeto de análisis desde hace muchos años. Desde Seneca que expresara que “el hombre sin pasiones está tan cerca de la estupidez que solo le falta abrir la boca para caer en ella”, hasta Einstein que dijera que “hay dos cosas infinitas, el universo y la estupidez humana, y yo no estoy seguro sobre el universo”, pasando por Voltaire que escribió que “la estupidez es una enfermedad extraordinaria, no es el enfermo que sufre por ella. Son los demás”.

Es, en definitiva, la estupidez en funciones. Esto fue mencionado muchas veces y hasta fue explicitado públicamente no hace mucho tiempo, en aquella frase que hizo célebre el asesor presidencial James Carville, cuando le dijo a su presidente Bill Clinton la expresión que tantas veces se difundió: “Es la economía, estúpido”.

¿Pero qué es la estupidez, sobre la que tanto se ha escrito?

Valga la explicación que estúpido no es un insulto. Es una palabra que proviene de una raíz indoeuropea [teu] que significa empujar. Y de allí, estúpido se refiere a alguien que, estando aturdido por un exceso de responsabilidades, o falta de información o por intereses propios, no decide o lo hace mal en perjuicio del resto de la organización y debe ser empujado a tomar decisiones.

La estupidez es un término acuñado en 1872 por el psiquiatra alemán Richard von Krafft-Ebing2. Él distinguía entre la demencia senil y la demencia de los jóvenes o estupidez [stupidität]. El enfermo de estupidez presenta síntomas que hoy consideraríamos como propios de una esquizofrenia, pero, en definitiva, es una falta de toma de decisiones correctas en los momentos necesarios.

 



2 Von Ktafft Ebling, Richard. Psycopathia sexualis. Arcade Publishing. 2011


Si este sindrome resulta la regla para dirigir una empresa, podemos entenderla a través de las palabras del experto húngaro, Doctor Paul Tabori, cuando describe al estúpido como alguien “a quien la naturaleza ha suministrado órganos sanos, y cuyo instrumento de raciocinio carece de defectos, a pesar de lo cual no sabe usarlo correctamente. El defecto reside, por lo tanto, no en el instrumento, sino en su usuario, el ser humano, el ego humano que utiliza y dirige el instrumento.”3

La estupidez se destaca por cometer errores de decisión, es decir una falta de razonamiento, que no supone una falta de inteligencia. Expertos en el tema afirman que los seres inteligentes cometen estupideces más complejas. Los errores son ineludibles en el ser humano, y lo que ocurre es una actitud altamente desadaptativa a las situaciones que debe enfrentarse frente a las organizaciones.4

Siguiendo algunos conceptos de Erasmo de Rotterdam, podemos convenir que nos encontramos frente a seres dominados por emociones como el deseo y la ambición, el miedo, la ira, la vanidad, la envidia y la vergüenza, donde se enfrentan criterios de conciencia limitada frente a inconsciencia ilimitada.5

La estupidez en las organizaciones sociales

Quien ha desarrollado extensamente el comportamiento de estúpidos en las organizaciones, ha sido el historiador italiano Carlo Cipolla. Él expresa que cuando los  estúpidos entran en acción, las cosas cambian completamente. Estos ocasionan pérdidas a otras personas y a las organizaciones donde actúan, generando perjuicios para toda la organización que consecuentemente se empobrece.6

Es en ese ámbito donde debemos analizar la responsabilidad de quienes toman decisiones.

Ese autor establece cinco leyes fundamentales que dominan el campo de la estupidez:

  • Siempre e inevitablemente, cada uno de nosotros subestima el número de  individuos estúpidos que circulan por el mundo.
  • La probabilidad de que una persona determinada sea estúpida es independiente  de cualquier otra característica de la misma persona.
  • Una persona estúpida es quien causa un daño a otra persona o grupo de personas sin obtener al mismo tiempo un provecho para sí, o incluso obteniendo un perjuicio.
  • Las personas no estúpidas subestiman siempre el potencial nocivo de las personas estúpidas. Los no estúpidos, en especial, olvidan constantemente que en cualquier momento y lugar, y en cualquier circunstancia, tratar o asociarse con individuos estúpidos se manifiesta infaliblemente como un costosísimo error.



3 Tabori, Paul. Historia de la estupidez humana. Elaleph. 1999
4 Nuñes Partido, Juan Pedro. Misceláneas. Universidad Pontificia Comillas. Madrid
5 Erasmo de Rotterdam. Elogio de la locura. Traducción del latín. Madrid, Alianza Editorial. 1970
6 Cipolla, Carlo. Las leyes fundamentales de la estupidez humana. Allegro ma no troppo. Italia. 1988


  • La persona estúpida es el tipo de persona más peligrosa que existe. Esto es que el estúpido es más peligroso que el malvado.

Cuando aplicamos estos conceptos a las organizaciones que debemos controlar, administrar o asesorar advertimos que nuestra tarea profesional debe tener en cuenta la existencia de personajes que por su propia actitud desencadenan terribles perjuicios a los demás integrantes de la organización y, finalmente, a ella misma.

Una organización generada por una idea original puede entonces derribarse no por causas externas del mercado donde actúa, sino por la acción de ejecutivos o responsables de las decisiones estúpidas que convulsionan su desarrollo.

Una de las preguntas que nos hacemos es la razón de la existencia de este tipo de personajes en la vida de las organizaciones, sin que los responsables de su nominación hubiesen advertido el carácter de esos designados.

Esto nos lleva a advertir que las juntas de directores, accionistas o cuerpos similares, también están integrados por personajes estúpidos, que al momento de designar a los responsables toman decisiones estúpidas. No olvidemos la primera ley enunciada sobre la existencia de estúpidos en el mundo.

Pero más aun, ahora un grupo de investigadores estadounidenses ha publicado un trabajo en el que han estudiado unos virus presentes en la garganta de un grupo de individuos sanos. Ellos mismos se han sorprendido al descubrir la presencia de un virus conocido como el ATCV-1, que infectan ciertas algas verdes. Jamás se había visto que infectaran humanos o que fueran parte de nuestro viroma.

La presencia de ADN de este virus está asociada [de forma “modesta”, pero estadísticamente significativa] con un peor resultado en algunos test cognitivos. Es decir, las personas con el virus tenían peores resultados en los test de procesamiento visual, reconocimiento espacial y atención, en definitiva, eran menos espabiladas7.

Todo ello podría sugerir que este virus, como tal, podría transmitirse a otros seres vivos y ser también contagioso, con lo cual la estupidez podría convertirse en un mal endémico.

El miedo, la indiferencia y la falta de proactividad de los miembros de una organización, son obviamente causales proclives a que la estupidez de sus dirigentes pueda expandirse dentro y fuera de su ente.

En definitiva, nuestra labor de consultores de sistemas complejos debe abordar el análisis de este tema sobre la estupidez dirigencial con herramientas de psicología empresarial, con un criterio holístico al considerar los comportamientos organizacionales.



7 López Goñi, Ignacio. Universidad de Navarra. España. 2014


La estupidez en el análisis de los fines de una organización.

Estamos analizando este fenómeno bajo la mirada de la lógica transcursiva, que es un método complementario de la investigación científica, que se sustenta en la perspectiva del sujeto que observa el contexto del mundo.

Como expertos en sistemas de administración de organizaciones, al observar ese contexto, debemos tener en cuenta que muchas veces los errores que advertimos en los entes radican en la estupidez de quienes son sus dirigentes.

Estos dirigentes no tienen en cuenta la importancia de su propio emprendimiento, que ha sido concebido no para maximizar ganancias, sino como un medio de satisfacer felicidad a sus integrantes y proveer de ella a los usuarios o consumidores de los productos/servicios que prestan.

Este principio es parte de la teoría utilitarista que explicara el filósofo británico Jeremy  Bentham en el siglo XIX. Aplicando el principio utilitarista a las organizaciones sociales, deducimos que el criterio general se basa en la ética que considera que la finalidad última de ellas es la realización de acciones útiles. Analizadas esas acciones útiles en forma simplificadora, es buena una organización cuando lo que produce es útil para ser felices.

Y nos referimos a la felicidad de quienes integran una organización y de aquellos que se sirven de sus productos o servicios. 8

La definición ahora se plantea en el paradigma de felicidad de estos entes. Esas organizaciones, creadas desde un circuito electrónico entre células que generó una idea y de allí todo un proceso que finalizó con la actividad de la organización, viven para ser felices. Ese es el objetivo.

Este último [del griego ye, lanzar o arrojar] nos lleva a definir el punto de largo alcance al que se desea llegar. ¿Y éste cuál es?

Ocupar un lugar de la demanda de productos o servicios que se encuentra hoy total o parcialmente fuera de oferta. Es decir, traer felicidad a quienes acuden a requerirlo, pero también debiendo resultar feliz para quienes integran la organización.

Porque, en definitiva, la felicidad consiste en lograr vivir como cada uno quisiera. Desarrolló Abraham Maslow su reconocida pirámide de satisfacciones personales, desde las fisiológicas hasta las de autorrealización y, en definitiva, es la felicidad el logro  de los ideales de vida que cada ser humano se plantea.9



8 Bentham, Jeremy. An Introduction to the Principles of Morals and Legislation. Dover Publications. London, 1780.

9 Maslow, Abraham. El hombre autorrealizado. Hacia una psicología del ser. Barcelona. Editorial Kaides


Y como en toda organización, debemos distinguir entre flujo y stock. El stock es el concepto final de objetivos que se plantea cada organización, y el flujo es el constante devenir de acontecimientos que se deben administrar para sortear los problemas y lograr los éxitos planteados en el objetivo.

Todo ese proceso de flujos permanentes se analiza a través de la amígdala cerebral, que es el conjunto de neuronas que procesan y almacenan las reacciones emocionales. Volvemos a nuestros pasos iniciales, donde frecuencias eléctricas entre neuronas se conectan para crear y en este caso recrear las ideas originales.

El psicólogo estadounidense Marin Seligman ha desarrollado estas ideas, sobre la base de la psicología positiva, donde su autenticidad transcurre por emociones positivas y actividades positivas.10

Pero tengamos en cuenta que en ningún momento el factor económico o financiero se incluye. Quienes orienten sus organizaciones solamente para obtener beneficios están equivocados de ruta. Estos últimos son solo una consecuencia del logro de los objetivos principales, esto es el de satisfacer demandas de los consumidores de productos o servicios inexistentes o de poca existencia.

Quien se olvida de este principio desconoce el mundo complejo y los seres que lo habitamos.

La labor del consultor frente a la estupidez

La principal e inicial labor al analizar un sistema complejo como lo es una organización es detectar la estupidez y los virus conexos y evitar su diseminación.

Somos profesionales que nos comprometemos a proveer herramientas consistentes en consejos expertos y dictámenes para la organización que nos lo requiere. Para ello, debemos munir al equipo de análisis de profesionales que puedan advertir la existencia de personajes estúpidos dentro de la organización, ya que de lo contrario todo esfuerzo técnico, administrativo, económico o financiero resultará falto de utilidad.

Cuando los estúpidos entran en acción, las cosas cambian completamente, ya que las personas estúpidas ocasionan pérdidas a la organización y a otras personas sin obtener,  en algunos casos, beneficio alguno para ellas mismas. Por consiguiente, la organización  se empobrece, afirma Cipolla.

Definitivamente los sistemas complejos, como las organizaciones, requieren de herramientas de análisis profesional que permitan la detección de esta suerte de personajes.



10 Seligman, Martin Elias Pete. Learned optimism. New York. Knopf, 1998


Ellos se encuentran, en la clasificación del mismo Cipolla, en personajes con diferentes ropajes que se incluyen como miembros en alguna de las siguientes categorías fundamentales:

  • los incautos,
  • los inteligentes,
  • los malvados
  • y los estúpidos.

Dado que el hombre es un animal racional, político y social, como expresara Aristóteles, se vincularán entre sí y generarán perjuicios sobre los que es preciso advertir sus consecuencias.


 

Los estúpidos son artífices de que la humanidad corporativa se encuentre en un estado deplorable, expresa Cipolla. No es preciso temblar ante esa afirmación. Deplorable [de la raíz indoeuropea “dhe”, que significa que genera llanto por la infelicidad] es que merece críticas por ser infeliz.

Básicamente, nos encontramos nuevamente con la filosofía benthamiana de la felicidad como fin último del hombre sobre la tierra.

Para poder dar a la organización su verdadero valor, esto es convertir una idea en algo útil y que se desarrolla para satisfacer una necesidad de demanda del ser vivo, los profesionales debemos munirnos de equipos de análisis que posibiliten su detección temprana.

La incorporación de equipos multidisciplinarios es entonces un principio ineludible.

Desterrar la estupidez humana es definitivamente una tarea imposible. No lo es detectar su presencia y denunciar sus consecuencias, porque discutir con un estúpido solo hará descender al consultor al nivel de él, y finamente terminará convenciéndole.