NO EXISTEN LAS PERSONAS ESTRATEGICAS - Dr. Alfredo Spilzinger [PhD]

En estos últimos días, se ha difundido una frase académicamente incoherente y con falta de precisión. Se ha hablado de “personal estratégico”.

Esto es un oxímoron. Significa que si es personal, no es estratégico. El término “estrategia” tiene su raíz latina en strategos, el cual definía al comandante en jefe supremo de un cuerpo militar terrestre y era, a su vez, quien diseñaba un plan para combatir a las fuerzas enemigas.

Por derivación ontológica, estrategia es, en consecuencia y de acuerdo con la dinámica de los sistemas complejos, una teoría interdisciplinaria que surge en los años 1960 y estudia los sistemas complejos relacionados con la gestión de modelos complejos en los estudios organizacionales.

Por lo tanto, para diseñar una estrategia es preciso conocer la dinámica de esos sistemas complejos, con el fin de poder definir sistemas de gestión. Es una serie de decisiones que se implementan en el decurso entre el orden y el caos. Esto es que no pueden existir personas estratégicas, porque la estrategia es exactamente diferente de los hábitos personales y, siendo en cambio un proceso, no es un adjetivo que pueda adjudicarse a persona alguna.

Para considerar una estrategia, es preciso conocer y aplicar principios de dinámica cuántica, teoría disipativa, autopoiesis y teoremas similares de la organización y funcionamiento de los sistemas vivos, esto es más cerca del caos que del orden, que se obtiene totalmente en el cementerio.

Albert Einstein no era una persona estratégica. Diseñó una estrategia para definir el concepto de relatividad y de tiempo-espacio. Erwin Schrodinger no era tampoco una persona estratégica, pero definió la ecuación de onda en la dinámica cuántica. José de San Martín no era tampoco una persona estratégica, pero describió una estrategia para el cruce de la Cordillera de los Andes.

Podríamos decir que eran estrategas, pero nunca que eran personas estratégicas. Definitivamente, hablar de personas estratégicas es lo suficientemente insólito para desnudar una falta total de conocimiento científico.

Y usarlo con otros fines que el académico, el profesional o el funcional es una bofetada en plena cara a quienes dedican su tiempo a desentrañar los misterios del mundo que habitamos