LA ANGUSTIA DEL PODER - Dr. Alfredo Spilzinger [PhD]

Cuando el poder gobernante pretende definir qué es lo que nos angustia, invariablemente nos introducimos en el angosto camino de la dependencia moral.

La angustia no es ni más ni menos que un estado afectivo personalísimo, el cual aparece cuando se enfrenta a un peligro desconocido o imprevisto. Cuando ese peligro surge de las mismas acciones gubernamentales, no es éste quien puede definir el efecto de sus propias decisiones.

Porque “angustia” es una voz latina, que solía manifestarse como angustiae saltibus inclusae, y transliterado significaba justamente que el camino estrecho nos hace saltar las barreras que nos enclaustran a nuestro ser.

Obviamente se refiere al claustro subjetivo y psicológico.

Los filósofos alemanes se referían al dasein (el ser allí) como el ser dinámico que está como participio activo del cosmos. Y en ese sentido expresan que cuando el dasein pregunta sobre la nada y no recibe respuesta, ello le produce angustia. Le reconstruye ese camino angosto, esa angostura que le genera dolor y, en definitiva, temor opresivo.

El tema no termina con la angustia. Justamente comienza allí. Cuando el poder se decide a alinear nuestros sentimientos, comienza una contaminación más que peligrosa. El poder se introduce en nuestra psiquis para generar las reacciones que necesita. No se conforma solo con nuestras acciones, sino que avanza un paso más: hacia nuestros pensamientos.

Estos últimos no son más que energías que se transmiten desde unos a otros neuronas, en forma de ideas. Es decir que el poder se posiciona como en un metaprograma dentro de nuestros circuitos cerebrales para generar su propia interfase. Nos hace pensar sus necesidades y sus deseos.

Deberemos amar, odiar, desear, elogiar según su concepto. Nos volveremos una sociedad estandarizada y sin sentimientos propios. En vez de avanzar en el camino del siglo, volveremos a 1984 y la fantasía orwelliana. Lo que no se podrá decir no se podrá pensar.

Si no mantenemos nuestros sentimientos arropados en nuestro ser allí (el dasein) y nos permitimos definir nuestras angustias, estaremos a un paso de convertirnos en robots manejados a control remoto.