Investigaciones
EL SILENCIO PANDÉMICO - Dr Alfredo Spilzinger (PhD)
El planeta y sus habitantes han ingresado a partir de la pandemia en el campo de la física experimental. Como consecuencia del confinamiento por la pandemia, que resultó estéril por sus resultados, se ha transformado el habitat de la población en un vacío. Hay una ausencia total de medios materiales por los que se pueda transmitir el sonido. Vacío porque esa falta de elementos generan una presión menor que la atmosférica. La presión se da por la existencia de partículas, por lo que se puede decir que el vacío se da cuando a nuestro alrededor hay una cantidad de partículas mucho más pequeña de lo normal. En nuestra reflexión, casi inexistentes.
Existia una promesa de quienes administraban el planeta y sus países, de cerrar las grietas de comunicación en las organizaciones públicas y privadas. Pero inversamente a ello la situación que examinamos ha producido mas de 7 billones de grietas. Tantas como habitantes que poblamos momentaneamente la Tierra. Ello significa que este proceso vivido al amparo de un confinamiento y al advenimiento de un nuevo esquema de “home office” que vivimos, ha separado a cada individuo de otro como un muro a punto de derrumbarse. Y ese vacío es absoluto. Esto se aproxima al límite de lo que debería ser posible lograr sin crear un vacío: el ruido producido por las moléculas de aire que chocan entre sí a temperatura ambiente se estima en unos -24 decibeles. Los ingenieros de Microsoft construyeron la habitación, conocida como cámara anecoica, para ayudarlos a probar los nuevos equipos en desarrollo y en 2015 estableció el récord mundial oficial de silencio cuando el nivel de ruido de fondo en el interior se calculó en -20.6 decibeles.
Como consecuencia del confinamiento a que hemos sido sometidos estamos inmersos en la cámara anecoica, es decir podemos oir solamente el sonido de cómo interactúan nuestras propias células dentro de nuestro organismo. Esto es consecuencia de un fenómeno biológico y una gestión de salud ignorante de su exisencia que ha producido una aproximación a la ausencia en vez de la interacción, absolutamente necesaria para el ser vivo. Al recordar el paradigma de Howard Sherman que modifcó el “cogito ergo sum” newtoniano (pienso luego existo) por el de “interactuamos luego existimos” nos lleva a comprender que ese silencio absoluto al aislarnos de la interacción, nos está empujando a un deficit en los resultados de las organizaciones.
Ese siencio absoluto solo está interrumpido por cataclismos de sonidos que se generan por fallecimientos de próceres deportivos, o de actores de ficciones o de bandadas de defensores o detractores de alguna ley, que al parlamento se le escapa aprobar sin darse mucha cuenta. Pero como no somos ni deportistas ni actores ni legisladores, no tenemos el privilegio de ser parte del bullicio. Pero enseguida volvemos a silencios negativos. El silencio nos domina y la intergrieta se profundiza con un vacío en el que volvemos a sentir solamente nuestros diástoles y sístoles alimentar esos cuerpos que se van desintegrando del tejido social.
El principal problema que enfrentan las organizaciones, tanto publicas como privadas, es la carencia de un clima de sociabilidad que se produce exclusivamente en los lugares de trabajo. Bajo la lupa del analsis sociologico, la casa o el hogar de cada ingtegrante de esos entes se convierte en un refugio, una caparazón donde el ser se siente seguro y protegido. Es el escape de las tribulaciones del devenir diario de las actividades fuera de su lugar de protección. A traves del trabajo continuo en oficinas y su permanencia en el tiempo, esa protección se traslada durante el día a esos lugares donde el trabajo se realiza bajo una capa de protección para cada individuo. El individuo que trabaja durante el día en su oficina y finalizada su tarea se traslada a su casa, posee en consecuencia dos lugares donde se siente protegido: su casa y su oficina. El confinamiento por la pandemia, redujo su caparazón de custodia exclusivamente a su casa. Allí es donde se produce un quiebre importante de sus propios paradigmas de confianza.
Esta acostumbrado a escuchar en los lugares de protección, sonidos que le son conocidos, olores que le son afectos, y fundamentalmente interacciones con otros compañeros de trabajo que le dan sociabilidad. Hoy esa sociabilidad, podríamos decir, esta en absentia. Y después de varios meses de trabajo exclusivamente en su hogar, se han dejado de escuchar esos sonidos y oler esos perfumes de trabajo que le eran ya propios. Pero fundamentalmente ha dejado de interactuar. Su interacción es solamente a traves de una pantalla, que es como mirarse en un espejo, donde los dialogos son interceptados por relaciones solamente acusticas a traves de mdios digitales, que no es lo mismo. La ausencia del lenguaje gestual, la mirada percibida del otro y el entorno de la oficina, esto es el otro hogar diurno, faltan.
Sobre todo cuando el confinamiento ha permitido solo las apariciones en las ventanas de la casa y dejar de percibir la falta del sonido típico de las ciudades. Es un escenario fantasmagórico como si un actor sobre el escenario de un teatro, actuara sin público. La soledad ya no es solamente física. Se instala en la mente de cada individuo y se fija con una permanencia que se hace habitual. Y no es estar solo, si no sentirse solo, aun cuando las relaciones digitales ayuden a compartir esa soledad con otros seres. Sentirse solo trae la visión de los fantasmas de la desesperanza. No hay trabajo ni tarea que pueda resolver esa situación y lo temporario se hace permanente donde el llamado “home office” es ya una continuidad que es difícil de modificar.
Este proceso generado por la emergencia, ha dado lugar a la aparición de los esquemas sustitutivos de sobrevida, fuera del ámbito laboral. Emergencia que no puede ser evitada, ni solucionada ni siquiera elaborada. Debe ser solamente aceptada y esa aceptación, en definitiva, produce nuevos hábitos o costumbres que suplantan a los anteriores esquemas organizativos. Como expresa Piero Dominicii esta emergencia forma parte intrínseca de nuestras vidas, y no puede ser eliminada ni siquiera manejada. No ha estado en nuestro planes de vida y tampoco pudo haber sido prevista. Finalmente es una emergencia de la complejidad de la vida y debe ser interpretada de esa forma. Considerar este proceso como una simple complicación, es equivocar el camino para resolver el regreso a la situación post-pandemia. No se trata de un mecanismo que puede retrotraer sus efectos a una situación anterior con solo apretar un botón. La pandemia y la retracción de los individuos a un aislamiento forzado cambió definitivamente el escenario internacional. No solamente en el ámbito comercial, industrial y de servicios. Lo ha cambiado en el diario vivir. Ese aislamiento ha generado cambios de paradigmas. El primero ha sido el de la soledad compartida. Porque éramos todos solitarios compartiendo el silencio, la falta de interacción y una visión limitada a la apertura de las ventanas. Los silencios callejeros desaparecieron de nuestra escucha y nos permitió advertir otros sonidos que antes desaparecían bajo el manto del bullicio de la calle. Pequeños sonidos de bajos decibeles que no escuchábamos se hicieron presentes y comenzaron a ser parte del diario vivir. El movimiento de las hojas, el canto de los pájaros, el sonido de la lluvia, nuestras propias pisadas sobre los pisos desiertos. Cambió nuestra percepción del escenario donde antes transitábamos bulliciosos. Y nos acostumbramos a ese planteo. Comenzamos a valorar las caras de las personas que aparecían en las ventanas, justamente porque dejamos de ver las que diariamente compartían nuestro trabajo.
Alguien escribió antes que yo, que el silencio no es la falta de sonido, si no el comienzo de la escucha. Nuestros tímpanos comienzan a habituarse a ese nuevo modelo. También se interrumpieron los diálogos con el resto de los ciudadanos. Se cambió la visión personal donde la conversación gestual tiene tanta importancia como la verbal, por imágenes en pantallas, donde las voces y los gestos no fueron personales si no a través de sistemas inalámbricos que en cierta forma deforma el vínculo presencial. El único contacto físico lo fue a través de las ventanas que nos permitían asomar nuestra cara a un exterior despoblado, solo rodeado de ventanas como las nuestras. Fue en definitiva más de un año de un nuevo modelo de vida. Y en algún momento se nos permitió comenzar a salir y luego a volver a nuestros lugares habituales de trabajo. Se hablo entonces de adaptarse a un “nuevo modelo” donde la gente ya no deseaba volver a los habitáculos de trabajo donde hasta antes del confinamiento desarrollábamos un trabajo que permitía con su rentabilidad, vivir. Y es en ese momento cuando la decisión de readaptarse nuevamente al antiguo esquema encuentra barreras psicológicas.
Esos seres confinados ya no desean volver al habitáculo. Desean esa libertad que les permitió sobrevivir a la pandemia, pero que les explicó otros valores personales y diferentes modelos de interacción. Muchas relaciones familiares se enfriaron mientras otras se revalorizaron. Muchos amigos desaparecieron de nuestra agenda, algunos físicamente otros por alejamiento. Y el canto de los pájaros tomó un valor importante en el diario escuchar. El problema que se les presenta hoy a empresas públicas y privadas, organizaciones y entes colectivos de todo tipo es cómo seguir. Cedieron entonces a sistemas híbridos de presencialidad y virtualidad compartida que ya no es lo mismo que antes en cuanto al desempeño ni en cuanto a la efectividad y la eficiencia. Las ecuaciones de ingresos y costos se deformaron durante la pandemia, hasta produciendo la desaparición de entes tanto públicos como privados. Subsistieron algunos y también los gobiernos de todo tipo, que gobernaron desde la oscuridad de sus pantallas de procesadores virtuales y con la impunidad económica que les otorgan las rentas fiscales. Como se reordenará el mundo después de esta pandemia es una pregunta sin respuestas. Porque cambiaron todos los conceptos tanto de los que están produciendo y vendiendo como los que usan y compran, los que están sirviendo como a los que sirven, a los gobernados y a sus gobernadores, a los comunicadores y a los que escuchan. Esta pregunta requiere de los profesionales la elaboración de nuevas ecuaciones de subsistencia para las empresas. Una respuesta que deben elaborar en conjunto economistas, sociólogos, psicólogos y urbanistas. Lo mas rápido posible. La más eficiente posible. Una respuesta acorde al sistema complejo que es la vida, que no puede resolverse con consideraciones sencillas. Porque ningún sistema complejo puede resolverse con respuestas sencillas, Las requiere complejas. Por ello, la historia nos recordará como un planeta que sucumbió a un agujero negro que desapareció del universo y que se transformò en otro distinto, que alguna vez supo ser democrático, alegre y prodigioso, habitado por raros seres que se convirtieron en estatuas de arcilla silenciosas. Mientas no encontremos esas respuestas solo quedarán expuestas tumbas al estilo egipcio de los que fueron sus gobernantes y que fueron enterrados en sarcófagos junto a sus joyas y bienes preciosos a la espera de una eternidad en la que pudieran volver a gozar de sus pertenencias.*
*Dominici, Piero, From emergency to emergence, Learning to inhabit complexity and to expect the unexpected.. Salute e societa