EL PAIS INFLACIONARIO - Dr. Alfredo Spilzinger [PhD]

En este vértice sur del continente americano, los responsables de la economía argentina siguen luchando contra el síndrome de la inflación.

Sin saber qué hacer, hasta han convencido a la mayoría de la población que la inflación es un aumento del precio relativo de los bienes y servicios que se consumen. Nunca peor definición, es la clásica forma de endosar en el otro las causas de un problema. La inflación es un proceso de pérdida constante del poder adquisitivo del signo monetario que no es otra cosa que papeles impresos por el Banco Central a los que se les imprime alegremente un valor y los que terminan en manos de los operadores del mercado.

En consecuencia, los bienes y servicios se adquieren con esos papeles, que se supone deberían mantener el valor impreso en ellos.

Pero ocurre un proceso alimentado por decisiones gubernamentales que hace que por un bien que en diciembre de 2016 se adquiría a 100 pesos, dos años después, en diciembre de 2018 lo era por 186,30 (datos del Indec). ¿Que ha ocurrido entre esos 24 meses?

Simplemente que los tenedores de esos papeles impresos han empezado a dudar que ese valor escrito sea el verdadero. Han perdido la con – fianza. Y tratan de deshacerse de ellos sea cualquiera la perdida que deban asumir.

En otros términos, los bienes no cambiaron su costo, disminuyó el valor de los billetes en manos de los compradores. Al no poder resellar los billetes emitidos por el Banco Central con el doble de su valor, los precios se ajustan al precio de los bienes y servicios. Hasta podríamos adquirir dólares a 16 pesos, pero obviamente sería con el doble de billetes

Hasta aquí el diagnóstico de la enfermedad inflacionaria. El tratamiento es entonces conocer sus orígenes y aplicar los remedios necesarios para combatir la enfermedad y no su expresión sintomática que muestra esta depreciación del valor de la moneda. Porque la enfermedad no es la inflación, es la fiebre que experimenta un enfermo por una descompensación que experimenta su organismo.

El modelo que prevalece en nuestro país es la falta de confianza en el signo monetario, tanto en el mercado externo cuanto en el interno. Confianza (con-fianza es decir la interacción de dos partes) es en términos sociológicos, una hipótesis sobre el futuro comportamiento de la otra parte, en este caso quien ha impreso los billetes con un valor escrito en él. Cuando esa con- fianza desaparece los tenedores de esos billetes tratan de desprenderse de ellos, en búsqueda de otro activo que le de mayor confianza. En un país bi- monetario como el nuestro, ese activo es fundamentalmente el billete norteamericano.

Y como las políticas económicas no han generado una balanza comercial favorable, la oferta de divisas es menor a su demanda, la que, en vez de quedar insatisfecha, ofrece por ese activo mayor valor. Definitivamente, el emisor de los papeles con valores inscriptos en ellos no ha generado la con- fianza necesaria para que los tenedores los mantengan como activos.

Como la comunidad es un ser vivo, se desarrolla bajo criterios de un sistema holístico, adaptativo y complejo. Que muta según las circunstancias y que está sujeto a principios de reacción psicológica, sociológica y de subsistencia, extremadamente lejos de los parámetros de la economía clásica que se aplican en nuestro país hoy.

Los responsables gubernamentales manejan los aspectos fiscales y la presunción que la comunidad nacional reacciona a criterios de preferencia por la liquidez, de incremento de la posible utilidad y que la comunidad internacional sostendrá permanentemente con apoyos financieros toda aventura fiscal. Todo lo contrario, ambas forman parte de colectivos que reaccionan holísticamente en búsqueda de estabilidad en sus ingresos que le permitan subsistir en la forma mas cómoda posible invirtiendo en países que le aseguren confianza.

En el ámbito internacional, pensar en una financiación sin limites de por vida, es tan absurdo como creer que la edad no transcurre y que siempre seremos jóvenes. Las finanzas internacionales son también sistemas complejos.

En el escenario nacional estos cambios en las fórmulas de transacción de bienes lo desacomodan e incomodan. De allí sus reclamos a quienes tienen la obligación de componer un programa que evite la caída de valor de los papeles que imprimen los ministros en el Banco Central. Quieren con-fianza.

Y estos últimos, no comprenden la complejidad de la situación, y normalmente aplican medidas de la economía clásica que ya ha quedado obsoleta. No comprenden que se trata de un sistema complejo, (no complicado que es algo totalmente diferente) y que requiere aplicar conceptos de dinámica cuántica, nunca explicados en las escuelas ni universidades, y por ello tampoco aplicados.

¿De qué hablamos? Que el mercado, por ejemplo, no existe. Solo existen operadores en el mercado que se mueven en un espacio que no es plano sino curvo, con lo cual las soluciones de causa y efecto no son lineales y que la perdida del poder adquisitivo de la moneda es efecto de un proceso psicológico de des-confianza.

Que la anisotropía no es un medicamento homeopático si no la diferencia de apreciación de las comunicaciones y legislaciones emitidas, dependiendo del lugar desde donde se las observen, desde el gobierno o desde la ciudadanía. (es como el terciopelo que cambia su diseño y color dependiendo desde donde se lo mire).

Que las situaciones como la mencionada no se resuelve con mensajes. La transmisión de decisiones hoy se implementa a través de superconductores, en los que a mayor temperatura en la conducción de las decisiones menor es la velocidad de su transmisión y por cierto de su impacto. Cómo miden los responsables de los papeles emitido el calor de los superconductores.

Que el teorema de Nyquist sobre perdida de las comunicaciones, donde se requiere duplicar su emisión en proporción al ancho de la banda de comunicaciones, es cierto y es preciso aplicarlo tanto en el ámbito interno como en el externo.

La decisión ministerial de aplicar simplemente variables monetarias, en cambio puede llegar a tener efectos totalmente indeseables. Es como eliminar un respirador a un enfermo con problemas pulmonares, sólo con el objeto de ahorrar energía.

Es cierto que este equipo ministerial recibió al momento de su asunción un enfermo en estado grave. Solo a titulo de ejemplo, podemos imaginarnos una señora que sus primos la trasladan a una guardia hospitalaria, con problemas coronarios serios, alto grado de colesterol, presión arterial máxima de 260 y mínima de 90, con deficiencia renal seria, con un peso de 150 kilos, una trombosis venosa en una pierna excesivamente edematizada y sin recursos económicos porque su marido la ha abandonado con tres hijos de 9, 7 y 5 años, los que sin alimentarse por varios días, descalzos y sin bañase lo único que hacen es estar en la camilla al lado de su madre llorando porque necesitan alimento.

La pregunta es qué hacer primero y a quién decirle la gravedad de la enferma. No es un médico de guardia el que puede resolver esa situación compleja. Es preciso un equipo de especialistas en medicina compleja e instrumentos adecuados para definir e implementar un plan de recuperación de la enferma antes que muera, y además advertirles a los parientes sobre la gravedad de la situación.

Por cierto, que la solución no es simple. Es un sistema complejo que requiere tiempo, comunicación y un equipo altamente experto en sistemas complejos cuyos integrantes no se cambien en medio del tratamiento.

Pero eso no es lo peor de esta macabra historia. Nosotros hemos vivido un país al que no veremos hasta el fin de nuestros días con la estabilidad que soñamos. ¿Pero que le contestamos a nuestros nietos por que parte de sus compañeros se van del colegio porque sus padres no pueden pagar su permanencia? ¿Que le decimos cuando nos preguntan porque los precios varían día a día? ¿Que les respondemos cuando nos preguntan porque amigos suyos se van del país? Que les contestamos cuando nos pregunta que no tener confianza, cuando estamos tratando de construir en ellos un edificio de fe hacia la otredad.

Cuando esos ojos llenos de preguntas me miran fijamente, siento los talones de mis pies al borde de un abismo mirando hacia abajo un profundo espacio y a lo lejos un horizonte cada vez mas lejano.

No tenemos diagnóstico ni un plan de tratamiento. Les dejamos un país donde trabajos para fortalecer la confianza, pero hemos fracasado en construirla. Mientras tanto los reyes del poder (público y privado) construyen su propio bienestar.