Investigaciones
VER PARA CREER - Dr. Alfredo Spilzinger [PhD]
Ocurrió hace una semana al finalizar un seminario en la Universidad Pontificia del Ecuador, con quienes departí sobre la evolución de la profesión en ciencias económicas. Abierta como estaba la interacción con los alumnos a punto de graduarse a una discusión vía correo electrónico, recibí de uno de ellos una pregunta interesante. Podría una persona no vidente actuar como auditor de una empresa?
Así sucinta y terminante la pregunta condensaba en once palabras toda una interesante temática.
Coincidía mi respuesta con la conmemoración en Buenos Aires los treinta años en que Jorge Luis Borges y su pluma prestigiosa alcanzara los brazos de la vida eterna. Esa pregunta me hizo recordar que habíamos conversado también sobre la frase del apóstol Pablo, que transliterada a una breve sintaxis pasó a la posteridad como la sentencia de “ver para creer”.
Parecía todo una curiosa coincidencia. Pero esa misma mezcla de originalidad religiosa y a la vez profesional me llevó a recapacitar mi respuesta. Puede un contador público y consecuentemente un auditor ejercer su profesión siendo invidentes?
Desde el punto de vista metodológico y reglamentario no conozco que existan impedimentos para esa práctica profesional, tenidos en cuenta ciertos condicionamientos y acomodamientos indispensables. Por el contrario no conozco ninguna regla que obligue a esos profesionales tener perfecta visión para ejercer su profesión. Aún más sería, de existir resultaría una norma contraria a la biodiversidad que el mundo post moderno exigiera una visión normal a sus profesionales, siendo Borges justamente un ejemplo de una producción literaria del mayor nivel imaginable, más allá de su ceguera.
No resultaría tampoco un caso inédito en el mundo si esta inquietud se presentare en el ámbito de las profesionales en ciencias económicas. Con anterioridad a este debate médicos fueron certificados a ejercer la medicina aun siendo invidentes de nacimiento (ver caso Dr. Jacob Bolotin quien fuera certificado con honores como médico en Chicago en 1912); y también abogados invidentes que fueron designados jueces (caso del abogado vallisoletano Gariel Perez que fuera designado magistrado en España en 2014) y aun psicólogos con ceguera de nacimiento autorizados a ejercer su profesión (caso de Alexander Suvurov, ciego de nacimiento y sordo desde los 9 años, autorizado para dirigir un centro de capacitación para menores discapacitados en Kirguistán en 1987, que no pudo ser antes porque el régimen marxista en ese país desconocía los derechos de los hombres).
Para tratar de cerrar el andar en este tortuoso camino de ciudadanos minusválidos, bástenos recordar, en otro orden de ideas por cierto, el caso de Ludwig van Beethoven, quien en 1801 ya había perdido el 60% d su audición pero siguió componiendo hasta su muerte en 1827, entre otras obras, desde la tercera sinfonía a la noven sinfonía y terminar dirigiendo el estreno de esta última , en 1824 en Viena totalmente sordo. No resultaba un desmedro a su producción musical, esa fundamental sordera.
Podríamos alimentar nuestro acervo de profesionales minusválidos con muchos más ejemplos todos quienes finalmente ejercieron sus profesionales con alta probidad y lejos de haber disminuido sus capacidades intelectuales no obstante alguna pérdida de alguno de sus sentidos.
Entonces porque negar esa posibilidad a los graduados en ciencias económicas. Según la Organización Mundial de la Salud, hay en el mundo más de 45 millones de no videntes, y su número siguen creciendo. No existe razón ética para no solamente no permitir el ejercicio de su profesión sino para instar a los entes gubernamentales y las organizaciones profesionales a dar un cálida recepción de estos seres a sus cuadros laborales.
Porque también es válido recalcar que frente a la falta de visión, las sinapsis en el cerebro mutan para ser más eficientes en otros sentidos, con el objeto de compensar la falta de vista. Otras percepciones como el tacto, la audición y la concentración son altamente superiores en esos individuos que los que mantienen su visión activa. Y esto significa percibir problemas en las organizaciones, con mejor énfasis que el que se advierte en quienes se sienten con todos sus atributos en funcionamiento.
En definitiva somos responsables todos de crear para la otredad, los otros para quienes nosotros somos los otros, un mundo más fácil de sobrellevar. Porque algún día nosotros también requeriremos alguna ayuda en otros campo de acción. Y solamente desearemos que nuestros esfuerzos volcados en su momento, nos haga merecedores de la asistencia de nuestros congéneres.
Volviendo al inicio de estas disquisiciones las palabra del Apóstol Pablo debemos reconocer que hay cosas que pueden no ser vistas pero que sabemos que existen: amor, aroma, amistad, frio y calor, verdad y mentira, música y tantas otras intangibilidades que aunque no tomen forma corpórea, se puede creer en ellas.
Por eso Pablo , el mellizo (que así significaba en arameo su nombre) fueron desdichas por el mismo muy poco después. Y dio al significado de sus términos, un sentido más amplio diciendo : ... y benditos aquellos que sin ver, creen. Con lo cual difundió de esta forma un concepto diferente. Comprender es entender, alcanzar y penetrar en algo de forma que nos pueda permitir percibir el verdadero sentido de lo que analizamos. Y esa no es otra función que las que son reservadas a los graduados en ciencias económicas, en su calidad única de depositarios y salvaguardia de la verdad pública en materia económica.
Y así fue mi respuesta al alumno quiteño que espero lo haya satisfecho. Porque en materia compleja, no hay soluciones, hay solo respuestas.