Investigaciones
EN TERAPIA INTENSIVA - Dr. Alfredo Spilzinger [PhD]
Resulta para muchos ciudadanos más hábil discutir variables de la economía (aunque fueren intitulados) que ejercer cualquier otra profesión. Todos pretenden conocer soluciones a temas tan complejos como la inflación, el déficit fiscal o la interacción de matrices econométricas, y hasta algunos de ellos se animan a difundir su desconocimiento y hasta escribir artículos sobre estos temas.
Quizás sea ésta una de las causas por las que periódicamente Argentina debe enfrentarse con problemas estructurales. Porque los políticos, que ocupan sillones de decisión en la organización nacional o provincial, también cumplen con los principios de un símil de la paradoja de Fermi. Esto es, cómo se puede llevar a un país a límites de riesgo tan peligrosos cuando hay tantos que conocen cómo resolver los problemas que se plantean.
Pero con el objeto de racionalizar este dilema, intentemos diseñar un ejemplo desde fuera de la economía.
Convirtámonos entonces en espectadores ocultos de un inusual escenario donde aparece en la guardia de un establecimiento hospitalario una señora de aproximadamente 48 años de edad, con un peso de 156 kilos - abandonada por su marido semanas atrás- y que ingresa con el apoyo de algunos vecinos que la acompañan. Por la situación en la que se encuentra, se ha quedado sin sustento económico, ni vivienda ni soporte social. Tres hijos de 9, 7 y 5 años entran asustados junto con ella, con muestras de no haber ingerido alimento en los últimos días.
La mujer acusa una situación de stress muy elevada -en estado de somnolencia debido a ansiolíticos que le han facilitado en demasía sus vecinos, con el espíritu de calmar sus ansiedades. Un grupo de médicos es llamado de urgencia a la sala de guardia para evaluar su situación. Comienzan los estudios y los especialistas empiezan a dibujar el perfil sintomatológico de la paciente.
La cardióloga mientras mira la pantalla, dice en voz alta: “la presión arterial es de 210 y 140, frecuencia en 43 y descendiendo, tengo miedo que se nos vaya”. El médico clínico advierte los edemas de su cuerpo, y luego de los análisis de sangre escribe en la historia: Cuerpo con edemas por la retención de líquidos en su organismo; tiene síntomas de diabetes tipo 2 que han afectado en forma importante el funcionamiento de sus riñones.
Mientras los especialistas efectúan su reconocimiento médico, los niños lloran al lado de su madre por temor, por apetito y por falta de higiene.
Las pruebas cardíacas realizadas [que requieren tiempo y disponibilidad de tomógrafos y resonadores] lleva a la conclusión a los especialistas que es preciso realizar una coronariografía, y por su resultado decidir cómo reemplazar arterias que están ya calcificadas y que pueden generar en el corto plazo un infarto cardíaco.
Los niños han sido apartados de la madre para intentar higienizarlos, alimentarlos y hacerlos dormir, pero la enfermera vuelve con el mensaje que los niños no comen porque lloran por no estar con su madre.
Han pasado ya ocho horas desde que la paciente fue internada y son seis los especialistas que rodean la cama de la paciente. El clima dentro del consultorio de la guardia se hace irrespirable. La cardióloga vuelve a exclamar: “la paciente se nos va”.
El médico a cargo del operativo ordena que ventilen a la paciente y pide que venga el director. Por dónde empezamos, exclama ya sudoroso. Nadie sabe a quién le habla, pero una enfermera sale del consultorio en búsqueda del director, quien a los pocos minutos aparece en la consulta.
Y nosotros salimos de nuestra posición de espectadores en las sombras dejando a los médicos definir por dónde comenzar, sin preguntarse cuánto tiempo les insumirá llevarla a una situación de mayor equilibrio biológico.
Si cambiamos en esta historia el nombre de esta señora por el de Argentina, podríamos decir que nuestro país -por lo ocurrido en los últimos doce años- se encuentra en ese estado de terapia intensiva. Los daños que le fueron causados le han producido un estado de salud [social, económica y psicológica] muy grave, y arrastra de esta forma un desequilibrio estructural que es progresivamente maligno si no se adoptan las medidas necesarias, para lo cual necesitamos tiempo y esfuerzos profesionales. Aun de la misma enferma que deberá someterse a un proceso de recuperación muy estricto. Olvidemos por un tiempo a los amateurs y a los falsos profetas.
Si la ansiedad de los vecinos en retornar a la paciente a su casa malogra este proceso, seguramente se volverá a caer en un síndrome de repetición de causas y efectos.
Esperemos que quienes -con conocimiento o sin él- pretenden tener la llave maestra de una solución inmediata restrinjan sus pareceres y den la opción para que el organismo social retome su funcionamiento, porque de lo contrario puede llegar un momento de caos biológico que en el mediano plazo tenderá a la desaparición del enfermo. Sé muy bien que los países no mueren, pero pueden entrar en un letargo que los hace inviables.
Argentina, seamos pacientes y colaboradores. Entonces te levantarás y andarás.